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Jardiel Poncela Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

Jaime Panqueva

Tamara Karsavina n Fonteyn
Tamara Karsavina y Fonteyn
Jardiel Poncela Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

¿Qué escribiría en estas épocas de lo políticamente correcto un hombre como Enrique Jardiel Poncela? ¿Volvería a morir pobre y abandonado por muchos de sus amigos como lo hizo en 1952? Seguramente habría tenido más suerte con la censura tanto franquistas como republicanos buena culpa tuvieron en su triste final. Quizás su humor estaría fuera de contexto, pero todavía funciona. Esta semana en un taller con estudiantes de secundaria leímos algunos de sus textos, que a pesar de los desfases lingüísticos o generacionales (tuve que explicar qué significaba darle cuerda a un reloj), aún mantenían la capacidad de arrancar sonrisas de los rostros más jóvenes.

La recomendación me llegó hace unos años de un amigo pintor de Zacatecas, me prestó un ejemplar comprado en una librería de viejo de Pero... ¿Hubo alguna vez once mil vírgenes? Lectura poco indicada para feministas, por frases como: “El hombre se hace feminista cuando no sabe ya cómo agradar a las mujeres. Y la mujer se hace feminista cuando no sabe ya como agradar a los hombres.” O poco apto para los más sensibles por reflexiones que anticipan en décadas a Cioran: “¿Quién no está solo? Únicamente los bobos, los simples, los que confían en el amor, en la fraternidad, en los sentimientos perennes o en la mirada vigilante de una Divinidad, creen estar acompañados a todas horas. El resto de los humanos, los analíticos, los observadores, los que no confunden el corazón con la vagina, ni toman por fraternidad lo que es interés; ni llaman sentimientos perennes al egoísmo y a la costumbre de verse a diario: ni ven la mirada vigilante de una Divinidad en los fenómenos del azar absurdo, ciego e injusto, ésos saben de sobra que están solos.”

Visceral, agudo, directo y elegante, es capaz de mezclar lo sublime y lo profano, adentrarse en los terrenos del absurdo, de esgrimir con maestría la agresividad del discurso fársico y condensar frases magistrales de tinte aforístico. Al contrario de Jorge Ibargüengoitia, Jardiel Poncela abandonó la novela por el teatro, incursionó en el cine (visitó Hollywood en los treinta, cuando se hacían inmortales los hermanos Marx), y murió tan prematuramente como el guanajuatense.

Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? o novela del donjuanismo es una crítica ácida a su entorno social publicada en 1931, cuando Jardiel tenía treinta años, sería la penúltima de sus novelas. Para aquellos que deseen emular a su protagonista, el conquistador español Pedro de Valdivia (un juego textual con la historia de su país), dispondrán en un apartado de Cien sistemas para enamorar mujeres sin recurrir el estacazo en la base del cráneo y otra buena lista con 73 sistemas de seducción diferentes.

La edición de Cátedra con prólogo de Luis Alemany es algo cara y no tan fácil de conseguir. Así que a falta de ediciones más recientes, le recomiendo darse una vuelta por su librero de confianza, por lo general siempre tienen algún ejemplar de los impresos por Editora Latinoamericana.

Conviene cerrar este espacio con el epitafio que sella la tumba de Jardiel Poncela, nada más esclarecedor: “Si buscáis los máximos elogios, moríos”.

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