jueves. 18.04.2024
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Ni cerca ni distante

Elena Bernal Medina

Ni cerca ni distante


A Martha Papadimitriou Cámara
In memoria

 

 

Todavía tengo en mi memoria una obra de teatro montada por el Maestro Galván, con el grupo “Teatristas de Aguascalientes”, “Inmaculada”, de Héctor Azar, donde Martha Papadimitriou representaba a uno de los personajes que se desdibujaban en escena al entrar y salir de la realidad a un plano onírico. Era como si los personajes fantasmales se movieran a voluntad por un ropero donde los recuerdos se entremezclaban unos con otros.

Después yo formaría parte de Teatristas, mientras que Martha ya estaba en el D.F. preparándose escénicamente, entonces sabíamos por su padre, Jorge Galván, que ella hacía teatro y sus pininos en cine y televisión. En el transcurso de los años, las puertas del arte se le abrieron aún más, pues incursionó en las Artes Visuales al ser curadora, museógrafa y directora de arte en algunas películas, además de estar a cargo de algunas producciones teatrales, diseñar escenografías, promover a jóvenes artistas visuales, crear museos y ser funcionaria cultural.

He tenido la fortuna de verla en algunas cintas cinematográficas como “El anzuelo”, de Ernesto Rimoch y otras tantas películas donde ella colaboró en la producción como directora de arte, este trabajo que si está bien el espectador casi no lo nota a diferencia de fallar y verse todo desarticulado. En su caso, hacía un trabajo minucioso para ambientar las escenas como si éstas fueran pinturas en movimiento.

Para las personas que hemos hecho teatro, sabemos que ese instante de verdad vale más que cualquier cosa, pues el espectador es capaz de cambiar su perspectiva de vida a partir de una historia representada donde él también es partícipe al creer en esa convención teatral e identificarse con alguno de los personajes o situaciones; por ello podría decir que el trabajo más intenso que hizo Martha, fue en el teatro, con cada uno de los personajes que representó; de una actriz en ciernes, se convirtió en una actriz de carácter dispuesta a dar en escena toda la energía y pasión que el personaje requería para tener vida y corporeidad. Martha como todas las personas que respetan este arte y se plantan en un escenario después de un proceso actoral, no sólo dejaba un instante de verdad (donde se incluye el análisis de texto, la creación del personaje, la propuesta personal para representarlo, el marcaje que debe ser más visceral, que técnico, la comunión con sus otros compañeros para tener un discurso unitario, el trabajo de taller, entre otros elementos), también manifestaba en cada trabajo, su vida y pasión por el teatro; basta ver las fotografías de algunas obras para sentir la energía que le imprimía a la frase dicha en el momento justo, en el “aquí y ahora”. Como ejemplo, los últimos trabajos en donde participó: “Los padres terribles” de Jean Cocteau que dirigió José Acosta y “Cuernos de la misma cabra”, de Víctor Vegas, actuada y dirigida por Jorge Galván, donde ella compartió escena con su padre.

Cada persona es un cúmulo de experiencias degeneraciones pasadas, de nuestros progenitores, sumado a los grandes maestros que se nos presentan en la vida, además de nuestros hermanos de sangre y adoptivos: nuestros amigos; a esto, Martha no fue la excepción, su gusto por el teatro lo recibió desde casa, su primer director fue su padre Jorge Galván y su grupo con el que abrió y cerró su carrera. “Teatristas de Aguascalientes, A.C.”.

Martha está segura de ello cuando dice: “He seguido el ejemplo de honestidad y firmeza de mi padre, hombre de integridad intachable; de carácter fuerte, visceral y apasionado, quien me enseñó a enfrentar los problemas, a no desistir de mis sueños y objetivos, a tener una disciplina férrea, a ser una mujer responsable y fuerte”.[1] La presencia de su madre, nuestra querida Teresita, mujer alegre, con una gran fortaleza interna, también fue determinante para ella; me atrevería a decir que muchos de los logros de la familia Papadimitriou Cámara se los deben a su estabilidad emocional.

De sus frutos afectivos está su hija, Soledad Violeta, quien sigue los pasos de su abuelo y su madre, al escoger el arte como profesión, a través de la cinematografía.

Entre los personajes más importantes de su vida, estuvo el ser hija, hermana, madre, amiga, artista.

En su última función, el siete de septiembre, Martha escuchó la tercera llamada, se abrió el telón y ella caminó descalza, con pasos suaves, hacia  el centro del escenario donde había un cenital azul que la envolvió. Ella, de frente al público, con una dulce sonrisa vio al infinito, puso las manos en su pecho, a la altura de su corazón y dijo casi en susurro: “Yo soy Martha, gracias por formar parte de mi vida, me amo, les amo”, después, como música de fondo, se escucharon unas variaciones de Bach por Glenn Gould, mientras ella,  extasiada por la melodía, caminaba hasta salir de escena.

Aguascalientes, Ags. 18 de septiembre de 2013.

 

[1] Francisco Bernal Tiscareño, Jorge Galván, La vida de un viajante, Protagónica, Los Nuestros, México, 2012, p. 89.