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COSAS DE PINTORES

Textiles de Guatemala, un arte en resistencia frente a las conquistas*

José Luis Pescador

Textiles de Guatemala, un arte en resistencia frente a las conquistas*

Miércoles 22 de octubre de 2014. Bar La Inundación de 1905. Cuando desde el Centro de México pensamos el concepto ‘frontera’, se piensa en la del Norte, la de los 3000 kilómetros con Estados Unidos, una frontera menos real que simbólica, problemática y tangible, compleja culturalmente y al filo de la existencia de ‘lo mexicano’. Ahí acaba todo, la raza cósmica que imaginó Vasconcelos, entre maquiladoras y burros pintados de cebra, con Nortec de fondo musical, o mejor aún, los Tigres del Norte. Cientos de tópicos se agolpan en la mente, de las Muertas en Ciudad Juárez al drama de los migrantes en el desierto, el hip hop de Nuevo León, etcétera.

De la frontera sur, en cambio, se habla poco y mal. A Guatemala nos une una frontera de más de 900 km, tan problemática y compleja como la norteña, quizá más. Tal vez se habla poco de ella por ser más incómoda: los medios, las artes, el cine, prefieren enfocar el lente y la pluma al drama donde los mexicanos son las víctimas de un sistema capitalista e inhumano, olvidando convenientemente que los migrantes centroamericanos son vejados constantemente apenas cruzan territorio mexicano.

Cuando se estrenó la cinta ‘La Vida Precoz y Breve de Sabina Rivas’, de Luis Mandoki y Abraham Zabludovsky, muchas voces conservadoras o mal intencionadas se apresuraron a tacharla de sionista (sic), de hablar mal de los mexicanos (sic), de traición a la patria (recontra-sic) etc., por mostrar aspectos de la trata de blancas y la complicidad de las autoridades mexicanas, con crudeza y sin ambages.

Esta edición del FIC que llegó a su fin, dedicada a las fronteras, sólo tuvo una exposición dedicada a la frontera sur. La muestra Textiles de Guatemala, un arte en resistencia frente a las conquistas, ofrecía un conjunto de máscaras y horquetas de madera en una sala, y textiles de diferentes etnias en la otra. Las piezas forman parte de la colección del antropólogo y coleccionista René Bustamante, uno de los creadores del Museo Textil de Oaxaca (MTO) junto con el pintor Francisco Toledo, y los coleccionistas Trine Ellitsgaard, Grañén Porrúa y Alejandro Ávila, como uno de los pocos museos especializados en el tema y que reúne un acervo cuantioso de textiles de México y otros países.

Las prendas exhibidas son piezas de arte, de factura exquisita a nivel plástico y técnico, cuyos diseños, pletóricos de significado a muchos niveles, van de la cartografía personal de quien las porta y su comunidad, su entorno, sus mitos nuevos y antiguos, hasta la representación compleja de conceptos ancestrales. Se trata ni más ni menos que de la cosmogonía de los pueblos mayas, con una asombrosa y coherente continuidad entre los antiguos y los contemporáneos.

El huipil es una prenda cuadrada con diseños simétricos de elaboración intrincada y meticulosa, con una apertura en el centro para introducir la cabeza. El diseño tiene el mismo patrón de las construcciones de las ciudades precolombinas, con los cuatro rumbos del mundo, un patio hundido como representación del inframundo y una elevación de cuatro lados en el centro, con un templo en la parte alta, que a veces es un símbolo solar o de la lluvia. Los símbolos de renovación, de fertilidad, del Tlalocan, del venado –la carne de dios-, del Tloque Nahuaque, del hombre-o-mujer-que-conoce, de la serpiente como símbolo de fecundidad o de lluvia, están presentes en todos los textiles expuestos.  La portadora del huipil es un templo humano en sí mismo al portar la prenda, y su cabeza es el centro mismo en esta cosmogonía.

La muestra Arte en Resistencia Frente a las Conquistas, pone énfasis en el carácter de resistencia cultural que tiene el textil, lo que puede parecer sorprendente para el público en general, habituado a entender el vestido como símbolo de estatus social en función de las marcas, y para quien el vestuario indígena se le presenta como silencioso, como una muestra del folclor de los pueblos originarios (eufemismo políticamente correcto para hablar de las naciones indígenas).

La penetración continua de grupos religiosos originarios de Estados Unidos desde las intervenciones militares norteamericanas de los años 60 del siglo XX está haciendo mella en las formas de vida de los pueblos mayas, con campañas agresivas de evangelización a través de la televisión y de forma directa, imponiendo modos de vida ajenos que quebrantan el sentido de comunidad e identidad, y fomentan el individualismo y una economía de consumo neoliberal, prohibiendo expresamente la hechura de los textiles y sus elaborados bordados, considerándolos contrarios al nuevo sistema de creencias.

Los enfrentamientos con curas de la iglesia católica no se han hecho esperar, especialmente con los que se han incorporado al tejido social de las comunidades bajo la ideología de la Teología de la Liberación. La situación se complica mucho más en todo el territorio guatemalteco con la presencia de grupos locales de narcotraficantes y guerrillas paramilitares, que compiten por el territorio y las rutas de tráfico con los cárteles mexicanos que han penetrado con fuerza y corrompido todos los niveles sociales, reclutando en muchos casos a kaibiles, militares de élite con entrenamiento especial y que se supone deberían combatirlos. La penetración decidida e imparable de transnacionales como Monsanto, con el visto bueno y la complicidad del gobierno, también representa una amenaza creciente en éste desolador panorama.

When fiction become reality

En 1991, la editorial británica 2000 AD publicó el cómic ‘Third World War, Made of Maize’, por Pat Mills (Sláine, ABC Warriors) e ilustrado por Carlos Sánchez Ezquerra (co-creador del Judge Dreed). Se trata de una miniserie de 6 números que narra en clave apocalíptica los sucesos de una guerra civil en Guatemala, en que los pueblos mayas, los ‘hechos de maíz’, resisten la penetración de la multinacional United Fruit, representada por la siniestra caricatura de un pato con pelo verde a lo Mickey Mouse, que anuncia un alimento sintético, genéticamente modificado llamado Nutra Nuke, que desplaza al maíz de la dieta y de sus campos de cultivo. La multinacional se apoya para sus fines en grupos paramilitares gringos con una estética Mad Max. Eventualmente algunos miembros se concientizan y cambian de bando para apoyar a los mayas, enfrentándose con sus propios compañeros fanatizados, y contra marines norteamericanos (que en el cómic se llaman Tigres) que no dudan en bombardear y matar a poblaciones enteras en mitad de la selva.

Con todo y ser un relato de ficción, la historia se entrelaza con hechos reales, y se ofrece una cronología desde 1953, en que el gobierno guatemalteco confisca a los campesinos 400,000 acres para otorgárselos a la multinacional United Fruit; luego el holocausto en que más de 100,000 guatemaltecos fueron asesinados por las fuerzas del gobierno guatemalteco, en complicidad con la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Británico en los años ochenta. En 1983, soldados guatemaltecos reciben la orden de destruir los textiles ceremoniales y cualquier tejido hecho a mano de los indios; éstos son obligados a olvidar sus festivales religiosos y a sus lenguas natales. Más de 440 villas son incendiadas y los sobrevivientes tienen que emigrar a México como desposeídos, en carácter de refugiados de guerra. En ese tenor, y como parte de la ficción (¿ficción?), en el año 2000 la US AID (Agency for International Development), en conjunto con las transnacionales de alimentos, persuaden a la fuerza a los indígenas a cultivar y producir los productos que ellos decidan, para su exportación a los Estados Unidos de América. El cómic hace referencia también al café (Café la Selva en el cómic) como un producto hecho con la sangre de millones de indígenas desde la invasión europea.

La ficción, como siempre, palidece ante una realidad cada vez más desgarradora e hijadeputa.

*Exposición del 42 FIC. Museo del Pueblo de Guanajuato. Curaduría y colección de René Bustamante.