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Entre el frío y las sombras… ¿Una luz al final del túnel?

Karen Jiménez Mercado

Entre el frío y las sombras… ¿Una luz al final del túnel?

Comienza el frente frio veintitantos, y las camas cada vez tienen más cobijas y la ropa más capas, porque uno nunca sabe: bajo el rayo del sol se va sintiendo un calorcito bochornoso que anima a caminar más ligero haciendo una pequeña pasarela de strip-tease, quitando abrigos, suéteres y bufandas, para reponerlos nuevamente en cuanto la luz comienza a decaer. Bañamos y abrigamos a los niños como si fueran de expedición al polo Norte y a las pocas horas necesitamos destaparlos pues sus mejillas brillan rojas bajo pequeñas gotas de sudor, pues no contemplábamos que ellos generan el doble de calor al correr y jugar al llamado de las vacaciones.

Los cambios climáticos ya usuales por las fechas decembrinas se ven acentuados ante los fenómenos de contaminación y calentamiento global. Cada vez son más las noticias que vemos en internet sobre desastres climáticos: tormentas, inundaciones, deforestación; las aguas se contaminan y los icebergs se derriten cambiando el paisaje polar. Y sentimos los cambios más drásticos, más extremosos, los calores se vuelven sequías, las lluvias inundaciones y el frío congela hasta los huesos. Algunos han comenzado a actuar y a hacer entender a las personas la importancia de nuestra participación para evitar este desastre global, pero aún falta mucho por hacer y el tiempo está en nuestra contra.

En cuanto al clima social, vivimos bajo un bombardeo de información que de tan dramática raya en el amarillismo y la nota roja. La violencia nos rodea y la rabia contenida busca fisuras de escape amenazando con reventar a la menor provocación y las clases privilegiadas se regodean en su burbuja provocando, inconscientes e indolentes, reacciones de odio ante la injusticia y la impunidad. Vemos modernas reinas María Antonieta, proponiendo pastelillos a falta de pan para el pueblo, mientras los salarios se estiran de manera milagrosa para sobrevivir con dificultad y asimismo, nos enteramos de sueldos de servidores públicos que son un insulto para la sociedad y que ellos defienden como si apenas les alcanzara para la canasta básica. Y mientras la gente común, la trabajadora promedio, sufre de inseguridad a plena luz del día en sus hogares o camino a sus labores, políticos desfilan con escoltas, patrullas y hasta el ejército para salvaguardar sus muy valiosas personas y pertenencias.

Y en un giro de la tecnología, de pronto ya no son tan fáciles de maquillar ni ocultar sus estrategias y movimientos y ante el ojo público y la omnipresencia de la internet salen a relucir mentiras, contradicciones y a su vez, acciones de repudio y protesta de la gente que ya no quiere más esta historia trillada y pide un cambio que le ofrezca paz, seguridad y un futuro digno de ser vivido.

La tensión se siente en las calles, y al llegar a casa no siempre se encuentra refugio ni oasis que permitan respirar y recobrar la fuerza y la cordura. Las familias sufren una crisis a su vez que requiere pronto ser atendida, pues como célula de la sociedad, es el centro y origen de la salud y la estabilidad de esta última. Así como en el cuerpo humano es importante la salud de las células que lo conforman, pues de lo contrario se generaría un cáncer que pondría en riesgo la vida misma, igualmente se debe especial atención a la célula de la familia, para prevenir un cáncer emocional de sus miembros y, por tanto, un cáncer social que pone en riesgo la vida de nuestra comunidad.

Las nuevas dinámicas: laboral, económica y cultural, han generado nuevas facetas y alternativas familiares de las que debemos estar conscientes para encontrar en ellas, a pesar de sus circunstancias particulares y elementos en contra,  el modo de generar seres humanos íntegros, valiosos, comprometidos y felices. Queremos vivir en una sociedad de paz, respeto, crecimiento, libertad y muchos valores más, pero no comenzamos en el lugar donde todos ellos nacen: nuestra casa, nuestra familia. Ahí está la raíz del tejido social y ahí es donde debemos detenernos a reflexionar qué es lo que esperamos para el futuro, qué queremos y qué podemos ofrecer.

Las familias de antaño han cambiado y el recuerdo de aquellas grandes reuniones alrededor de los miembros mayores como los abuelos y bisabuelos, rodeados de tíos, primos y hermanos, se ensombrece ante la vorágine de la sociedad moderna, llena de pequeños (muy pequeños) núcleos familiares con un sinfín de compromisos, actividades y distancias que hacen cada vez menos posible coordinar los momentos de encuentro con la “familia extendida”. Pero ahí donde queda ese espacio vacío de lazos familiares, existen personas a quienes adoptamos de corazón, con quienes compartimos intereses, momentos y recuerdos y a quienes llamamos amigos. Ellos, aún a pesar de no compartir lazos de sangre con nosotros, se integran de manera voluntaria a nuestra historia y nos ofrecen la calidez de la familia que añoramos. Y lo mejor, no suplen, sino que complementan a quienes por distancia y circunstancias no puedan estar a nuestro lado en los momentos que marcan nuestra vida.

Sí, el frío y las sombras parecen rodearnos… y nos sentimos vulnerables y preocupados sobre lo que nos depara el futuro. Pero también hay luces que iluminan nuestro camino y al final se encuentra la más poderosa: nuestra propia capacidad y determinación de generar el cambio. El amor que llevamos dentro y que irradia brillo y calor a quienes nos rodean, y que mientras más se comparta, más luminosa y grande será.

¡Feliz Año Nuevo 2015!