Es lo Cotidiano

Más luces que sombras

Luis Miguel Rionda

Más luces que sombras

Terrible para México el año que culmina hoy. Asesinatos masivos, violencia social, crimen como alternativa al agobio económico, desesperanza y corrupción. No hay que buscar culpables: lo somos todos. No podemos rehuir nuestra responsabilidad histórica al no haber podido ni sabido dejarles a nuestros hijos un país mejor que el que recibimos. Nuestra generación sencillamente no supo hacerlo.

Recuerdo el México en el que nací, ese a caballo entre los años cincuenta y sesenta. No era tierra de jauja, pero sí era una sociedad que inspiraba esperanza en el futuro. La noción de progreso intergeneracional estaba bien establecida, y la mayoría compartía una visión optimista, en la que el esfuerzo individual y grupal podría verse recompensado en una mejora del nivel de vida de quienes estuvieran dispuestos a ciertos sacrificios. Por supuesto que existía la inconformidad, la rebeldía y la violencia revolucionaria, pero estaba bien delimitada a ciertos sectores sociales o territoriales, además de que el factor ideológico era el móvil principal de la rebeldía. El secuestro, por ejemplo, tenía resortes políticos; lo económico era secundario.

Medio siglo después el país parece haber perdido el rumbo. La democracia ha permitido la libre expresión de las ideas y la competencia política efectiva, pero no ha sido acompañada de un modelo económico que garantice el bienestar general. Todo lo contrario: la riqueza se ha hiper concentrado y la pobreza se ha generalizado. El salario promedio ronda los 150 pesos diarios, que es uno de los más bajos de América Latina; 40% de la fuerza laboral gana menos de dos salarios mínimos (nota de Ivette Saldaña, El Universal, 5 de agosto de 2014).

No quiero sonar pesimista, pues mi actitud existencial me dicta buscar lo positivo a las circunstancias emproblemadas. México está en una encrucijada donde puede dejar atrás muchos de sus atavismos que le han anclado a un pasado tan mítico como falso. La violencia criminal puede traducirse con el tiempo en un fortalecimiento del estado de derecho y una depuración de las instituciones de procuración y administración de la justicia, como en efecto sucedió en Colombia en la década pasada. Ese país hermano, y otros como Italia, España y los Estados Unidos tienen mucho que enseñarnos en materia del combate al crimen organizado y a la corrupción del Estado. Quiero creer que sobreviviremos a esta crisis y que la misma nos fortalecerá. Lo que me da temor es que nos lleve demasiado tiempo, y eso puede conducirnos al estancamiento de las complicidades cínicas, como me parece nos comienza a suceder.

Soy optimista y quiero creer en nuestras instituciones y su transformación. Rechazo a los estridentistas que quieren ver maldad y sevicia en todos los que no piensan como ellos. Veo con preocupación el incremento de la intolerancia y el fortalecimiento de radicalismos fundamentalistas, como el “movimiento” de los auto designados “anarcos”, que no son más que oportunistas que siembran violencia para desacreditar las auténticas movilizaciones ciudadanas. La tragedia de los normalistas en Guerrero se ha convertido en una bonita excusa para buscar desestabilizar a las instituciones, que son lo único que nos separa del estado de barbarie.

Quiero comenzar el 2015 neceando con el optimismo. “Año de nones, año de dones” decían los viejos. Yo quiero verlo así, y que los mexicanos sepamos resolver nuestros problemas con base en la confianza y no en el recelo y la descalificación sistemática. No tenemos otro país, ni tampoco tenemos otros compatriotas con qué llenarlo. Hay que trabajar juntos en la construcción de un nuevo modelo de convivencia, y que nos crezcamos ante los avatares.

¡Feliz año nuevo a todos! Y me refiero a todos.