martes. 16.04.2024
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Cuando los pollos se van

"...¿alguien se ha detenido a decirle a una jovencita que un condón no previene contra un corazón roto?"

Cuando los pollos se van

Érase una vez una princesa cuyo mundo lo conformaban su mamá y su papá. Era un planeta pequeñito pero lleno de amor, besos y abrazos. Un día, el planeta creció y el paisaje se fue poblando: primero llegaron sus abuelos y tíos más cercanos, y de pronto se fue llenando de familiares y amigos y unos seres extraterrestres llamados maestros y compañeros. Y llegó el momento que la princesa pasó más tiempo con todos ellos, aunque sabía que sus padres seguían allí, a su lado, aun en la distancia. Y los papás miraban cómo la princesa crecía, seguros de que viviría para siempre en su planeta.

Pero al paso del tiempo la princesa comenzó a soñar con nuevos mundos y experiencias, y sus alas comenzaron a crecer y extenderse para volar; y se esforzó poco a poco, dando pequeños saltos, y su vuelo fue tomando fuerza y sus padres miraban con orgullo y tristeza cómo se alejaba y volvía, descubriendo esos planetas extraños y encontrando su lugar en el universo.

Tener a nuestros pequeños nos da la impresión de que será por largo, largo tiempo, casi eterno. Y verlos explorar y descubrir sus capacidades nos llena de orgullo. Y así, sin más, un día descubrimos a unos jovencitos muy despiertos y ansiosos de descubrir el mundo. Y entendemos aquellos consejos de familiares y amigos cuando comenzábamos la aventura de la paternidad, de disfrutar cada instante de su niñez por lo breve de esta adorable etapa.

Pero conforme crecen parecen írsenos de las manos, pues no sólo son nuestras palabras y acciones las que dejan huella en ellos… a partir de la edad escolar, la influencia de maestros y compañeros se vuelve cada vez más persistente, y es cuando más debemos cultivar y fortalecer la comunicación con nuestros hijos, pues ella determinará muchas de las decisiones y acciones más importantes de su vida.

Tiempo atrás, la vida era mucho más simple, la niñez y la adolescencia mucho más ingenuas y la confianza en la sabiduría y/o autoridad de los padres frenaba muchas situaciones de peligro. En la actualidad los medios de comunicación, la globalización y los cambios sociales, bombardean de información a nuestros hijos y no podemos darnos el lujo de cerrar los ojos y cruzarnos de brazos en espera que ellos entiendan, se defiendan y decidan por sí solos.

Hace unos días comentaba con un grupo de madres de familia los métodos e información en la educación sexual en las escuelas. Si bien la apertura al conocimiento de los cambios que enfrentan los jovencitos durante su adolescencia, se facilita con los nuevos materiales didácticos bibliográficos y audiovisuales, el enfoque generalizado hacia la actividad sexual y el uso de anticonceptivos, impartido a partir de los 9 años de edad en cuarto, quinto y sexto grado de primaria, preocupa seriamente a los padres de familia en cuanto al nivel de madurez y el sentido del mensaje que perciben sus hijos. Y es que dejar de lado los aspectos psicológicos y emocionales que viven los jóvenes durante la pubertad y adolescencia, a una educación meramente biológica, manda un mensaje incompleto al niño. Asimismo, el tomar como padres una posición distante, sin involucrarse en el proceso educativo para complementar la información con los valores familiares, como un apoyo para reforzar el proceso de maduración y asimilación de la información escolar, mediática y social que reciben sus hijos, es precisamente un detonante para un inicio sexual erróneo y, muy probablemente, situaciones de riesgo que traigan consecuencias irremediables a la vida de esos chicos y a su futuro.

Se habla constantemente de los embarazos juveniles e infantiles, del peligro del aborto clandestino y de la necesidad de campañas para el uso correcto de anticonceptivos… pero ¿alguien se ha detenido a decirle a una jovencita que un condón no previene contra un corazón roto? ¿Que el iniciar con la actividad sexual antes de adquirir una madurez física, mental y emocional, le abre las puertas a la frustración, al abandono y al riesgo a peligros mayores como el bullying, la pornografía, la trata de personas, la pedofilia, las enfermedades de transmisión sexual y la muerte? Muchos padres prefieren no darse por entendidos, descargan la responsabilidad en la carga académica de las escuelas y las campañas médicas del gobierno. Sin pensar que muchas veces sus hijos exploran el amor físico en la búsqueda de un cariño emocional, un lazo que les permita sentir que pertenecen y que poseen a alguien especial, alguien que los apoye por completo, los acompañe y los haga sentir seguros.

Nuestros hijos, nuestros pollitos, crecen y buscan nuevos retos, nuevos horizontes. La tecnología y el planeta entero son mundos para explorar y su energía y entusiasmo crece día con día. El ir de la mano con ellos, abrirnos a la comunicación, involucrarnos en sus gustos, sus emociones y su mundo –aun cuando no siempre los entendamos-, otorgarles el espacio para extender sus alas y realizar pequeños vuelos para reafirmar su fuerza y autoestimam y expresar con palabras y acciones nuestro apoyo y amor incondicionales, puede ser la mejor prevención para los peligros de nuestro tiempo. Y el día que vuelen del nido a iniciar su propia aventura de la vida, tendrán la fortaleza, la madurez y el amor para forjar a sí mismos, a su entorno y a su comunidad, un mejor futuro.